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La Historia de mi Boda (Irina Renata y Jesús Israel )

9 julio, 2020

26/08/2019

Una vez que cierro mis ojos, las hermosas memorias de nuestra boda vienen a mi mente haciéndome suspirar de alegría y una vez que los abro ya pasaron 7 meses de ese maravilloso día.

Desperté en la mañana temprano y como de costumbre comencé con mi rutina de aseo personal y de belleza. Me puse un conjunto cómodo y bajé al comedor del hotel a tomar mi desayuno con mis padres y mientras esperaba por el ascensor recordaba una y otra vez a mi wedding planner sermoneándome sobre la importancia de comer en cualquier oportunidad que se me presentara. Por suerte, así fue.

Subí de nueva cuenta a mi habitación a esperar a los proveedores de fotografía y maquillaje y fue ahí cuando la aventura comenzó.

Los fotógrafos llegaron a la hora indicada y comenzaron a tomar las fotos del vestido y los accesorios. Ellos ya estaban muy metidos en su trabajo mientras mi madre y yo estábamos tratando de localizar a los maquillistas, pues 45 minutos habían pasado y no se mostraba señal de ellos.

Recuerdo que el fotógrafo se percató de mi preocupación y comenzó a darme palabras de aliento para tranquilizarme. Yo sonreía nerviosamente, pero cuando estaba a punto de perder la paciencia, el proveedor de maquillaje llegó y nos contó que un tránsito los había detenido por exceso de velocidad.

Una vez peinada y maquillada, mis padres comenzaron a ponerme el vestido de novia y fue en ese instante cuando los nervios nos atraparon. Mi padre temblaba al tratar de abrocharme los botones y mi madre me acomodaba una y otra vez la misma sección de la falda. Yo solo repetía la misma frase: “Que venga mi hermano a ayudarnos”.

Fue un momento muy curioso, pero especial, pues fue ahí cuando caímos en cuenta de que ya me estaba preparando para mi boda.

Cuando terminaron de vestirme mi madre, mi padre y mi hermano me abrazaron, me contemplaron y me dieron palabras hermosas. Fue así como tomé el valor y bajé al lobby del hotel para encontrarme con mi ahora esposo.

Él me cuenta que se encontraba muy nervioso. Las miradas del personal del hotel, las exclamaciones de algunos huéspedes diciendo “¡Mira! ¡Es el novio!”, las constantes indicaciones del fotógrafo sobre dónde estar y cuándo voltear. Todo eso, más la curiosidad sobre cómo me vería vestida de blanco hacían de ese uno de los momentos más esperados de nuestro día.

El encuentro fue fugaz, especial y muy bello, pues al cruzar nuestras miradas supimos que estábamos destinados a estar juntos.

El trayecto hacia Las Nubes fue tranquilo. Un día despejado y soleado.

Un Mercedes clásico de los años 50 fue el que elegimos para que nos llevara. Mientras íbamos de camino, mi esposo me contaba que años atrás había pasado cerca del lugar, y al contemplar los bellos jardines quedó encantado.

Yo escuchaba atenta su historia cuando de repente él me sonrió y confesó que en ese instante supo que algún día nos casaríamos ahí.

No hubo rincón en Las Nubes donde no tuviéramos una foto. Cada espacio invitaba a estar y disfrutar; incluso nuestra asesora y amiga Nancy pasó a saludarnos y fue muy lindo saber que tuvo oportunidad de presenciar que nuestro momento había llegado.

La ceremonia civil fue íntima y amena. El discurso del juez fue breve pero muy emotivo. La firma de los documentos fue armonizada por un pianista seguido de un bonito brindis con champaña y una pequeña degustación de bocadillos.

La ceremonia religiosa fue otro momento donde los nervios y la preocupación volvieron a surgir. Mi wedding planner ya comenzaba a formar el cortejo nupcial cuando caímos en cuenta que no habían llegado 2 de nuestros lectores, nuestros padrinos de lazo y nuestra madrina de ramo de la Virgen. No sabíamos qué estaba pasando, pero debíamos continuar.

Por un instante borré mi mortificación. Una vez que la Marcha Nupcial comenzó y yo avancé hacia el interior de la capilla y vi ese hermoso camino lleno de flores de alelí, baby breath y rosas blancas fue como estar en mi propio cuento de hadas.

Sé que Dios estuvo con nosotros todo el tiempo, pues justo en el momento en que se empezaron a sentar los invitados todos nuestros padrinos y los 2 lectores que faltaban aparecieron por arte de magia.

La misa fue todo un éxito y para cerrar la celebración optamos por lanzar al cielo 20 globos biodegradables con forma de paloma blanca.

Nuestra recepción fue algo especial. No hubo invitado que no nos felicitara por alguno de los detalles que ofrecimos (hasta por el coctel de bienvenida).

Todo comenzó con nuestra entrada al salón Nubes al ritmo del opening de Dragon Ball Z (lo sé, no suena para nada formal. La preparación y el protocolo es el mismo de siempre, pero cuando los novios le meten ese toque muy personal es lo que lo hace único y diferente).

Una vez en el centro de la pista comenzó nuestra canción (la primera como esposos) y aunque no pondré el nombre solo sepan de antemano que está en japonés. La elegimos porque es la única canción que mi esposo se sabe en ese idioma. El baile con mi padre fue otra novedad, ya que elegimos una canción del videojuego Final Fantasy VIII la cual al ritmo de un buen vals con todo y coreografía desempeñamos. Fue gracioso que nos saliera bien pues solamente la practicamos 3 horas una noche previa a la boda.

El baile de mi esposo con su mamá fue igual de bello, aunque más tradicional.

Durante la cena, una de las primeras sorpresas que ofrecimos a nuestros invitados fue la de un pianista que amenizara el ambiente con puras canciones del videojuego Legend of Zelda: Ocarina of Time mientras el DJ proyectaba imágenes del mismo en la pantalla. Cabe mencionar que todos se volvieron locos y sacaron sus celulares para tomar video tras video.

En ese momento fue cuando por fin pudimos apreciar la decoración y los detalles del salón. Como, por ejemplo: nuestra mesa de novios coronada por un enorme aro de flores blancas, una jardinera a juego y bellos candelabros. Las mesas de los invitados decorados con manteles de rosas blancas y cuchillería dorada con un centro de mesa alto adornado de velas y un remate. Nuestra pista de baile de charol blanco con nuestras iniciales doradas. Nuestro pastel de betún blanco con rosas y un bello letrero dorado que decía “Mr & Mrs”.

Conforme avanzaba la fiesta, otra de las amenidades que ofrecimos fue una mesa de postres y un photoboot con forma de espejo para que se llevaran la tradicional foto personalizada de recuerdo.

Sin embargo, las cosas no paraban ahí. Mientras bailábamos y festejábamos hubo un momento donde todo se detuvo y es ahí donde vi a mi esposo, quien comenzó a bailar break dance en compañía de 2 amigos. Todos quedaron atónitos, ya que nadie sabía que en el pasado era uno de sus pasatiempos favoritos. Fueron de las cosas que más les gustó a los invitados.

Conforme pasaba la noche sabíamos que teníamos que darles un poco de hidratación, así que les ofrecimos dos carros completos de shots a la par que nuestro buen amigo Baby Groot pasaba a darles ese boost extra con tequila.

Algo que nos resultó muy interesante es que sabíamos que había otra boda celebrándose en el jardín y algunos amigos nos comentaban que varios invitados de ese evento se estaban infiltrando a nuestro salón para echar un vistazo. Eso solo podía significar una cosa, se notaba que la estábamos pasando muy bien.

Por fin se llegó el tan esperado momento de aventar el ramo. ¡Todas mis invitadas me rodeaban y en un pequeño y bonito círculo comenzaron a girar a mi alrededor mientras les iba repartiendo a cada una un listón satinado con la leyenda “You’re next!”.

Al final, solo una quedó ganadora y entre risas y gritos le entregué mi ramo de rosas blancas.

Mi esposo no se quedó atrás, la dinámica de la liga fue muy de su estilo. Él por su parte optó por lanzar un balón de futbol de la Champions League con la liga atada a una red mientras el himno se escuchaba de fondo. Curiosamente, la pareja de la invitada que se sacó el ramo fue quien también terminó atrapando el balón.

El tiempo transcurrió y para cerrar este mágico evento el mariachi entró. Nos deleitó con bellas canciones y fue hasta ese momento cuando supimos mi esposo y yo que lo habíamos logrado.

Tal vez la fiesta había terminado pero nuestra historia estaba por comenzar.

Irina Renata & Jesús Israel